domingo, 28 de agosto de 2011

para que tu me oigas


Para que tú me oigas
mis palabras
se adelgazan a veces
como las huellas de las
 gaviotas en las playas.

Collar, cascabel sin silencio,
Para tus manos suaves
 como las espumas.

Y las miro lejanas
mis palabras.
Más que mías son tuyas.
Van trepando en mi viejo
corazón lleno de dolor.

Ellas trepan así por
las paredes húmedas.
Eres tú el culpable de este
 juego sin dolor y miedo.

Ellas están huyendo de
 mi guarida oscura.
Todo lo llenas tú, todo lo llenas.

Antes que tú poblaron la
soledad que ocupas en mi,
y estas  acostumbrado y
 más que tú a mi tristeza.

Ahora quiero que digan
 lo que quiero decirte
para que tú las oigas como
 quiero que me oigas.

El viento de la angustia
 aún las suele arrastrar.
Dame  de tus  sueños aún a
veces las tengas que soñar.

Escuchas otras voces en
mi voz dolorida por ti y nadie más.
Llanto de viejas bocas,
sangre de viejas súplicas.
Ámame, compañera.
No me abandones. Sígueme.
Sígueme, compañera,
 en esa ola de angustia.

Pero se van  con
 tu amor mis palabras.
Todo lo ocupas tú,
 todo lo ocupas.

Voy haciendo de todos
un collar infinito
para tus blancas manos,
 suaves como las nieve.
Para que tú me oigas,
 no lo diré gritando sino en silencio.

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